Historias
Hablemos de... el estigma al que se enfrentan las personas con obesidad.
Me llamo Sandra Elia, me apasiona el trabajo que hago para ayudar a quienes viven con obesidad porque mi historia incluye la superación de la obesidad.
He vivido dos vidas. Una vida sufriendo de obesidad mórbida, comiendo fuera de control, y experimentando una depresión paralizante, toda mi vida estaba fuera de control. Otra vida como una mujer feliz, saludable, vibrante, madre y consejera de adicción a la comida.
Viaje conmigo al año 2001, donde comienzo mi viaje desde el punto más oscuro de mi vida. Un punto al que nunca pensé que llegaría >>>
>>> Tengo 29 años y estoy fuera de control, desconectada de mi cuerpo, mis sentimientos y mis pasiones; simplemente siguiendo los movimientos del día, sólo viendo lo que está exactamente delante de mí y nada más. Llevo anteojeras. No me interesa planificar, soñar ni concentrarme en nada que no sea sobrevivir.
Utilizo la comida como mi única fuente de energía y consuelo, es mi droga todopoderosa. Pero esta droga me ha dejado sintiéndome más que vacía, y con la realidad de tener 45 kilos de sobrepeso, me siento incómoda y poco saludable.
Me duele todo el cuerpo por el peso extra, no puedo moverme libremente. Me aíslo de mis amigos, mis actividades y mi familia. Me siento como una marginada, como si no tuviera derecho a formar parte de este mundo que valora tanto la belleza. Mi valor se mide por mi talla", cuanto mayor es la talla, menos valgo.
La verdad es que mi peso no es más que una manifestación de la vida que estoy viviendo... una vida completamente fuera de control. Estoy clínicamente deprimida y en un mal matrimonio; está minando mi espíritu. Estoy de baja por enfermedad prolongada en el trabajo cuidando a mi madre enferma, bipolar y obesa.
Desde este punto superficial, reconstruí mi vida.
De algún modo, a través de la niebla, me doy cuenta de que ninguna dieta o plan para adelgazar rápido puede ayudarme. Ningún número en la báscula puede darme paz, aceptación o amor. Todas las dietas me han fallado. Me han robado dinero, dignidad y amor propio. Me han dado falsas esperanzas y me han hundido aún más en mi enfermedad.
Sí, tengo una enfermedad, se llama obesidad y busqué tratamiento.
Empecé este viaje mirando hacia dentro. Tuve que ver mi belleza y aprender a quererme y aceptarme tal y como era, con mis 262 kilos de peso. Tuve que cambiar las cintas mentales que se habían estado reproduciendo durante gran parte de mi vida: que era indisciplinada, perezosa y fea. Esa ya no podía ser mi verdad. Tenía que elegir amarme a mí misma. Incondicionalmente.
Lo que aprendí muy pronto fue que el amor es energizante, y yo necesitaba toda la energía que pudiera reunir para recuperarme. También descubrí que, al igual que si pasara tiempo con una persona negativa y odiosa, mis propios pensamientos de odio hacia mí misma me agotaban.
Ya no podía hablarme así de mí misma. Hice un pacto conmigo misma para no decir nada desagradable sobre mí. Jamás.
La obesidad es una enfermedad que requerirá un tratamiento de por vida que me proporcionará una vida más gratificante.